Estoy tumbada en la cama, mirando a la nada, recordando, pensando e imaginando. Hace un rato que se fue la luz. Aún no tengo sueño. Miro fijamente la oscuridad. En ella, comienzo a dibujar tu figura, tus ojos, tu boca. Y comienzo a recordar el día anterior. Primero fuimos al Chopo, compramos algunas cosas y luego caminamos un poco. Fuimos a comer sushi y luego de un rato, me acompañaste a mi casa. Te invité algo de tomar, aceptaste y pasaste. No había nadie. Habían salido y no regresarían hasta el lunes por la tarde. Eso decía la nota colocada sobre la mesa. Aún era temprano, decidiste hacerme compañía un rato. Preparamos palomitas y vimos una película. Se hizo tarde y llovía. Preparé café y lo llevamos a mi habitación. Hablaste a tu casa para avisar que no llegarías esa noche.
Luego de mostrarte algunas cosas, nos pusimos cómodos. Platicamos, nos besamos y abrazamos. El calor de tu cuerpo inundó el mío. Recostados en la cama, acariciándonos, nos contábamos nuestros sueños y deseos. De pronto, llevaste tu mano bajo mi blusa, acariciabas la piel de mi costado suavemente; despacio fuiste subiendo hasta mi pecho. Sentía tu mano calentar mis senos. Llevé mis manos a tu pecho para corresponder tus caricias. Me despojaste de mi blusa lentamente; desabrochaste mi sostén con habilidad. Pasaste de besar mis labios y mejillas a mi cuello. Sentí un hormigueo recorrer todo mi cuerpo. En seguida, llenaste mis hombros y espalda de caricias y besos; lamiste, chupaste y mordiste mi pecho. Estaba muy excitada. Desabrochaste mi pantalón, lo deslizaste un poco y besaste mi vientre, mi cintura. Me despojaste del resto de mi ropa. Besaste mi cadera, mis piernas, mi entrepierna. Te tomé por sorpresa tumbándote sobre las cobijas. Te despoje rápidamente de la playera, el pantalón y toda tu ropa. Te comí a besos y mordidas. Te llené de caricias. Recorrí cada rincón de tu cuerpo. Nos sumergimos en una batalla de risas y caricias, amor y deseo. Sentí tu pene erecto y caliente rosar mi vagina. Estaba húmeda. Una pausa, nos miramos, no pudimos contenernos más y te pusiste el condón. Me penetraste con pasión y vigor. Sentía cada uno de tus movimientos. Entre miradas y gemidos, terminamos con un grito ahogado, temblando ambos de placer.
Nos incorporamos despacio, aún temblando y nos abrazamos. Nos llenamos de mimos, besos y palabras tiernas; intercambiamos miradas y sonrisas de satisfacción. Metidos bajo las sábanas, abrazados, nos dimos las buenas noches y nos quedamos dormidos.